Niñas de papá

Hoy intentaré ser breve (y las carcajadas se escucharon hasta en el rincón más oculto del universo). No, en serio, esta vez sí.

Me encanta el día del padre. Es uno de mis días favoritos del año. Supongo que es lo que tiene ser un poco niña de papá, aunque sea a mi extraña manera.

Pero el verdadero motivo para que me guste tanto es porque me parece el momento perfecto para recordar un par de cosas fundamentales que a veces tenemos cierta tendencia a olvidar (bueno, vosotros, que yo lo tengo en mente todo el día):

1. Hay gente que nació para tener hijos. Son esa clase de personas que ves con su bebé en brazos y te devuelve la fe en la raza humana sólo con ese gesto. Es algo que, por suerte, puedo presenciar con mucha frecuencia, pero que no deja de asombrarme. Tras 72 horas bañada en esa sensación, puedo prometer que la vuelta a la realidad ni siquiera parece tan mala, después de todo, aún hay esperanza en el mundo (sí, lo sé, me pongo muy cursi de vez en cuando).

2. Una familia es mucho más que genes y biología. Un espermatozoide o un óvulo en el lugar y momento correcto no te convierte en padre. Engendrar a un hijo es fácil, lo complicado es lograr que crezca feliz y sabiéndose lo más importante del mundo para alguien.

Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar

Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar

Así que muy feliz día del padre a todos los que tengáis hijos, biológicos o no, por elección, por falta de opciones, porque no había nadie más que lo hiciera o porque quisisteis. Feliz día a todos.

Y gracias. Espero que haya muchas más niñas (y niños) de papá en el futuro.